Mindfulness y compasión

Mindfulness y compasión

Empatía, compasión y límites personales en la actitud Mindfulness

La compasión es un pilar fundamental del budismo y de la actitud Mindfulness que proviene de él. La compasión es la solidaridad en el sufrimiento de todos los seres del mundo, es un concepto de solidaridad universal. Siguiendo este precepto, podemos entender y saber aplicar uno de los aspectos más importantes de la actitud Mindfulness, que es la capacidad de percibir sin juzgar, habilidad que está a la base de una conducta empática y compasivos hacia los demás.

Si reconocemos el dolor del otro, si podemos sentir con el su sufrimiento, no podemos juzgarlo, sino que lo comprendemos y somos capaces de solidarizar con él.  Para una compasión sana, hay que tener comprensión, una buena apertura mental y afectiva, y estar atento al presente. Mantener esta actitud significa aceptar y poder comprender tanto lo que nos agrada cuanto lo que tendemos a rechazar.

La Empatía es la habilidad para percibir los pensamientos y sentimientos de la otra persona, la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Se trata de una conducta altruista, que demuestra interés para el prójimo y ayuda a establecer vínculos personales sanos y altruistas, siendo una habilidad que nos permite ver las cosas desde la perspectiva del otro, lo que facilita la comprensión de su mundo interior.

¿Qué nos aporta la empatía?

La empatía nos aporta sensibilidad para detectar los mensajes de los demás, los que nos permite reconocer sus necesidades, y cuando comprendemos a nuestro interlocutor y demostramos que entendemos sus sentimientos, disminuyen sus defensas, baja su guardia y se abre una posibilidad de comunicación más abierta y sincera. Nos ponemos en el lugar del otro mediante la recepción de múltiples mensajes verbales y no verbales que nos dan una composición más o menos clara de lo que está ocurriendo.

Es importante destacar que actuar empáticamente no implica necesariamente que tenga que adoptarse la perspectiva ajena, simplemente permite ver el mundo desde otros ojos, lo que conduce a la comprensión de por qué una persona actúa de una determinada manera. Actuar con empatía no implica tener que estar necesariamente de acuerdo con el otro, ni quiere decir que haya que adoptar el punto de vista ajena en prejuicio del propio, simplemente significa ser capaz de ver las cosas desde la perspectiva del interlocutor, sin obligaciones de tomar partido por él.

La conducta empática contiene una respuesta emocional personal dirigida hacia otra persona y tiene como objetivo la comprensión de los motivos profundos que la mueven al sentimiento y a la acción, generando un clima de aceptación y simpatía hacia ella. Actuar en forma empática significa escuchar activamente y hacer que la otra persona se sienta comprendida, que sepa y sienta claramente que reconocemos y aceptamos su posición y sentimientos, aunque a lo mejor no estamos conformes con ellos.

Empatía, compasión y limites personales

Es fundamental desarrollar la capacidad de empatizar tanto con los demás cuanto con uno mismo, de reconectar tanto con las necesidades ajenas cuanto con las propias, de ser compasivos con los que nos rodean y con nosotros mismos. Compasión significa participar en el dolor del otro, sentir tristeza por el mal que el otro sufre. No es sentir lastima por él, sino “sentir con él”. La compasión profunda y verdadera, la compasión “iluminada” y consciente, trasciende la actuación inmediata que puede suponer ayudar en un momento dado la persona que sufre.

La compasión iluminada supone ayudar al otro para que sea autónomo y tome conciencia de sus recursos personales, a fin de que pueda dar por sí mismo respuesta a los retos que la vida le plantea. Por eso, la relación que debe establecerse se ha de basar en el concepto de relación de ayuda y no en una relación de poder. En este sentido, se ha confundido a menudo compasión con lastima y caridad, causando más dolor que ayuda, y pudiendo ser vivida como humillación.

Cultivar y mantener esta capacidad nos despierta un sano sentimiento y sensación de conexión profunda y anclada, tanto con nosotros cuanto con los demás, capacitándonos para poner límites claros. Una buena autoestima y confianza en sí acompañada por empatía y compasión nos ayuda a poner límites sanos y respetuosos. Reconocemos que  se puede estar en desacuerdo con la posición de la otra persona, siendo respetuoso con los planteamientos y sentimientos tanto ajenos cuanto propios, aceptando el derecho a tener puntos de vista diferentes. También, valoramos nuestra posición y necesidades, pudiendo mantener nuestro espacio sin perder la conexión con los demás.

Si sientes que tienes dificultades en gestionar y respetar tus limites personales, puedo ayudarte.