Entrenar la paciencia

¿Qué hacer cuando algo nos molesta mucho y no hay nada que podamos hacer para cambiarlo?

Son muchas las situaciones en las que podemos encontrarnos en esta tesitura, por ejemplo el perro del vecino que ladra desde hace horas, motivo que ha inspirado la escritura de este post, pero habría un listado muy largo de cosas, a las que cada uno puede añadir situaciones personales.

Cuando está pasando algo “afuera” de nosotros que no podemos alcanzar, modificar o gestionar directamente, queda siempre la posibilidad de cambiar algo: nuestra actitud. Lo que es “interno” a nosotros está siempre en nuestro poder modificarlo, y es una posibilidad que nadie nos puede arrebatar.

Para definir el “externo” y el “interno” a nosotros, son obligatorias las comillas, ya que cualquier experiencia externa es, en primera y ultima instancia, una vivencia interna. No hay nada “allí afuera”, todo está pasando constantemente y simultáneamente en nuestro interior, en una continua interpretación que nuestra mente hace de las circunstancias.

Volvemos al ejemplo del perro, para poder entenderlo mejor. Es cierto que hay un perro ladrando “afuera” de mi, pero que esto me llegue a afectar y a molestar, y a que niveles, depende exclusivamente de mi.

¿Esto quiere decir entonces que tenemos que resignarnos y aceptar pasivamente lo que nos pasa y no nos gusta?

¡Rotundamente no!

Una vez que he detectado algo, o alguien, “allí afuera” que me está molestando o incomodando, me doy cuenta de ello y tomo nota de su existencia, de forma neutra y sin juicios, dándome el permiso y la oportunidad de sentir plenamente lo que está pasando dentro de mi, incluso si lo que estoy sintiendo es enfado o rabia.

Me doy cuenta de como responde mi mundo interno a mi mundo externo, reconozco y acepto la realidad y mis sentimientos, y desde allí decido que puedo hacer… Volviendo al ejemplo del vecino perruno ruidoso, puedo poner música, salir a dar un paseo, escribir a alguien que pueda entenderme, dar un par de patadas a la pared que no sirven de mucho pero ayudan a desahogarse, ponerme a escribir sobre él… O simplemente ponerme a escuchar el perro y asumirlo como parte de la experiencia de la tarde…

También puedo seguir quejándome y pataleando aumentando mis niveles de estrés y enfado, amargándome el final del día sin conseguir cambiar la situación. Esta opción siempre está allí, si es la que queremos para nosotros.

Como puedes ver, todo depende de nosotros, al fin de la cuenta…

Entrenando esta actitud, entrenamos nuestra paciencia, y si nuestra paciencia se fortalece y va aumentando, va aumentando también nuestro nivel de bienestar y de satisfacción vital.

Igual merece la pena hacer un pequeño esfuerzo la próxima vez que haya algo que nos incomoda y visitar el gimnasio mental de la aceptación…

Post Data… El perro ha dejado de ladrar, igual ha sentido que su papel de entrenador para hoy se había terminado… 😉